La hazaña de Don Manuel.

Parece que bajo esta denominación de cortesía podríamos estarnos refiriendo a ese ilustre ciudadano gallego de profundas convicciones democráticas cuyo óbito provocó brindis con todo tipo de licores entre los sectores obreros y  populares, pero no. Supongo pues que todos somos conscientes de quien es el objeto del artículo.
A la hazaña a la que me refiero es a la desinteresada actitud que precipitó el desplome de la República española. El último libro escrito a cuatro manos por dos egregios científicos de la Historia Angel Viñas y Fernado Hernández Sánchez, [1] atestigua el peso determinante que tuvo el abandono de la zona republicana de Manuel Azaña para el ulterior reconocimiento del Gobierno militar-fascista por parte de Inglaterra y Francia. Era imposible que los imperialistas franco-británicos pudieran concederle legitimidad a un gobierno en el cual la más alta magistratura del Estado había salido huyendo del país refugiándose tras la frontera en la legación diplomática de París, en un momento en el que una gran parte del territorio español se encontraba todavía bajo el mando del gobierno legítimo y del cual Manuel Azaña era la máxima autoridad, aunque siendo rigurosos, es de señalar que los ministerios de exteriores de Francia e Inglaterra llevaban un largo tiempo de contactos con los agentes de Franco presentes en los dos países.
Las valoraciones políticas respecto de este período han sido categóricas, buscando una exculpación a la línea política seguida por un  Gobierno republicano al que nadie le ha exigido determinadas responsabilidades ante la Historia y ante el principal sostenedor de una República que pretendió siempre demostrar al mundo su esencia burguesa mientras el proletariado español, encuadrado en los batallones del Ejercito Regular Popular, se batía en los frentes tras la bandera tricolor. La lucha antifascista del pueblo español pretendía hacer real la palabra democracia a la cual parecían servir vehemente los imperialistas franceses y británicos.   
 El relato oficial de las fuerzas frentepopulistas [2] han sido un constante bombardeo de reproches entre las diferentes fuerzas obreras que se culpan directa e indirectamente del saldo que arrojo la perdida de la guerra y los consiguientes años de dictadura. Todos han convenido en afirmar que el Gobierno Republicano fue víctima de la política exterior soviética por un lado y por otro del ferviente anticomunismo británico que Neville Chanberlaine definió como “no intervención”, pero lo cierto es que fueron las propias contradicciones dentro del bloque dominante las que provocaron el hundimiento final de la República Española.
Tras haber aplastado la revolución social impulsada por el anarco-sindicalismo, el POUM  y parte del Movimiento Socialista en Aragón, Catalunya y Levante, los republicanos burgueses, con la inestimable colaboración del emergente Partido Comunista, parecían haber cumplido su parte del trato para con los impulsores de la no intervención, la eliminación del elemento revolucionario de la retaguardia. Este hecho precipitaría la transformación de todos los grupos anteriormente citados en la auténtica quinta columna y contribuyentes activos de la victoria de Franco.
Pero lejos de centrar la culpa, con el habitual resentimiento de comunista español, en la conjunción anarco-poumista analizamos el nuevo vector que permite señalar la hazaña de Don Manuel de terminar de hundir la República.
La subida de Juan Negrín a la Presidencia de Consejo de Ministros fue impulsada por Azaña, dado que el carácter moderado del médico canario era el perfecto coadyuvante al perfil que exigían los “aliados” para favorecer el apoyo incondicional a la República Española, liquidando así el intento de gobierno sindical que encabezaba Largo Caballero. El gobierno de Negrín mantenía la pluralidad pero traía un sesgo nuevo, el principal objetivo era ganar materialmente la guerra, y no sortearla  por medio de la presión diplomática sobre los sublevados. Azaña y Negrín diferían en cuestiones sustantivas, Azaña desde el levantamiento del 18 de Julio había sido insistente en negar el hecho de la guerra y en el hundimiento del Estado, considerando a las milicias que tomaron el Cuartel de La Montaña una especie “Somatenes rojos” y a la sublevación militar-fascista una Sanjurjada de verano. No deja de ser reseñable la actitud del señor Presidente en semejantes circunstancias y que dibujan bastante bien su discurso exigiendo “Paz, Piedad y Perdón” a un oponente que pretendía desangrar a la “bestia rojo-masónica”   
Muchos son los errores que pueden achacársele a Negrín, incluso se puede afirmar que aunque de una sobresaliente y sólida formación científica era un hombre poco docto en cuestiones políticas. Pero lo cierto es que desde su llegada a la presidencia del Consejo de Ministros, mantuvo la pluralidad frentepopulista y fue capaz de forjar un consenso entre todas las fuerzas representadas en él para el intento de conseguir la victoria. Es el primero que ordena la centralización del poder en  torno al gabinete, en el que están presentes todas las organizaciones combatientes, en la cuales si bien no estaba representada la CNT de forma orgánica dirigentes del movimiento libertario como Melchor Rodriguez o Mariano Gómez formaban parte de él Estado republicano.     
Tras la lectura del maravilloso libro de Viñas y Hernández Sánchez quedan desterrados los tópicos de lo ocurrido durante el tiempo en que Negrín fue el máximoo representante del poder ejecutivo de la República española, sobre todo en torno a la participación del Movimiento Libertario en la formación del Consejo Nacional de Defensa o en la política de resistencia numantina que parecían abanderara Negrín y el PCE. Pero estos son temas que necesitan ser tratados por separado.
La figura de Manuel Azaña, a la que algunos deberíamos desplazar de nuestra izquierda, del masón anticlerical queda retratada tras la  investigación de estos dos historiadores como una figura que no estuvo a la altura que exigía aquel momento de la Historia en la que en la Península Ibérica se ponían las cartas de la política internacional boca arriba. Alguien que ni siquiera pudo morir como un héroe como lo hizo LLuis Companys ,sino como el cobarde que entregó a las hienas fascistas el esfuerzo inconmensurable que durante tres años de lucha, como dijo José Díaz, forjaron los hijos del pueblo español. 




[2] Con este término hacemos referencia a todos los que combatieron el fascismo englobando también al Movimiento Libertario Español y al POUM.  

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